El paso de la infancia a la madurez adulta es clave en el proceso evolutivo del niño; sin embargo, no es nada fácil. La búsqueda de la ansiada autonomía e independencia conlleva una situación de incomodidad y frustración tanto para el adolescente como para sus padres. Por un lado, el adolescente no sabe cómo gestionar todo lo que se cuece en su interior y, generalmente, opta por alejarse y encerrarse en sí mismo. Mientras que sus padres, por otro lado, tampoco saben cómo actuar y, al igual que su hijo, adoptan un carácter autoritario o, a veces, sobreprotector.

Por ello, basándonos en el libro Cómo prevenir conflictos con adolescentes (Rodrigo, A: 2021), os vamos a contar lo que para nosotros son las claves para acercarnos a un adolescente. Para que sea más sencillo, lo hemos resumido en tres: la responsabilidad, la comunicación y el cariño. De esta manera, si atendemos a estas tres ideas, estaremos un paso más cerca de saber cómo actuar ante los comportamientos de nuestro hijo.

Atender a la responsabilidad

El primer paso clave a la hora de entender que le pasa a vuestro hijo es el compromiso consigo mismo y con su hijo. Por ello, hay que atender antes a uno mismo que al resto. Como padre, debes saber cómo eres y cómo te estas comportando, no solo delante de tu hijo, sino delante del resto de la gente. Principalmente, por dos razones que están interrelacionadas: primero, eres un modelo de conducta y segundo, porque enseñarás a tus hijos lo mismo que tú has aprendido.

A veces, pensamos que nuestro hijo no nos está escuchando y que vive en su mundo. No obstante, en muchas ocasiones, sí que te observa y aprende. La comunicación, punto del que hablaremos más tarde, es fundamental, pero hay que comprender que esta se puede dar de muchas maneras. Una de ellas es la comunicación no verbal. La manera en la que como padres vivimos también afecta a nuestro hijos (cómo nos comportamos en el trabajo, cómo somos en la vida en pareja, nuestros hábitos). Los padres, para sus hijos, son siempre un referente y por ello, tenemos que actuar en consecuencia.

Asimismo, la labor como padre es el autoanálisis. Con esto nos referimos a la educación emocional, parte que siempre se nos olvida. De igual manera que nuestro hijo aprende y toma como referencia nuestra propia vida, también lo hace de nuestra gestión de las emociones, ya sea de manera explícita, cómo aconsejemos o dirigimos las emociones hacia él, o de manera implícita, cómo exteriorizamos las nuestras.

Aquí, queremos hacer un apunte sobre las inteligencias interpersonales e intrapersonales. Estos dos tipos de inteligencia, que expuso Howard Gardner en su Teoría de las inteligencias múltiples, son olvidados con frecuencia tanto en la educación escolar como en la educación familiar; no obstante, son indispensables en la formación global del niño. Enseñar a nuestros hijos a gestionar sus propias emociones y al mismo tiempo a saber gestionar la de los demás es fundamental en todo su proceso educativo, pero es aún mayor en la etapa de la adolescencia, porque en esta etapa los sentimientos están a flor de piel y deben aprender a tolerar la frustración antes de llegar a la violencia o a la agresividad.

Nunca olvidar la comunicación

La típica frase “Es que es adolescente, déjalo” como justificación ante los comportamientos de nuestro hijo no está permitida. Si nuestro hijo adopta, por ejemplo, una actitud desafiante o de introversión, debemos saber por qué actúa así. Acudimos, de esta manera, de nuevo a la educación emocional, porque quizá tu hijo esté pidiendo ayuda, pero lo exterioriza de esa manera.

Ahora bien, esto no significa que estemos todo el rato encima de él, sino que comprendamos lo que le pasa y sepamos darle el espacio necesario mientras le acompañamos. Al fin y al cabo, hay que conseguir un equilibrio entre el amor y el respeto.

Del mismo modo, debemos enseñarle el porqué de las cosas. Con esto, apelamos a los famosos premios – castigo que tan bien implantados están en el sistema educativo actual. Recomendamos que las normas sean pocas y muy claras. De esta manera, se establecen lazos de confianza entre el padre y el hijo.

Por otro lado, en vez de un castigo, Alejandro Rodrigo habla de la motivación interna; es decir, dar sentido a lo que hacemos. En vez de hablar de premio, utilicemos mejor recompensa. Si el adolescente encuentra el “¿por qué debo hacer esto y no lo otro?”, tal vez no tengas asegurado que lo cumpla, pero sí que lo entienda y sea consciente, y, por tanto, consecuente de sus actos.

El cariño no puede faltar

Y en nuestro resumen de los tres pilares en la educación de adolescentes, dejamos para el final el cariño. Los otros dos (la responsabilidad y la comunicación) son fundamentales, pero el cariño es esencial. Por mucho que nuestro hijo o hija genere conflictos y tenga una actitud pasivo- agresiva con nosotros, debemos recordarles que vamos a estar ahí para ellos en todo momento. Sin sobrepasar el límite de la falta de respeto, que como nos recuerda Alejandro Rodrigo, es intolerable, debemos enseñarles a confiar en nosotros y en ellos mismos.

Hay un gran número de estilos educativos, Alejandro Rodrigo habla de siete (el autoritario, el protector, el sacrificante, el diplomático, el punitivo, el negligente y el ausente) que generalmente se entremezclan, pero en todos ellos reina el cariño y el respeto.

adolescentes psicologo

En definitiva, la clave principal esté en el equilibrio entre el respeto y el cariño. De esta manera, será más sencillo acercarnos a nuestro hijo y darle el espacio que necesita. ¿Te ha servido? Si te sigues quedando con dudas o crees que necesitas atención especializada, contacta con nosotros. Estaremos encantados de poder ayudarte.