Para hablar del efecto halo primero debemos definir qué es un sesgo cognitivo. Los sesgos cognitivos son aquellos fenómenos psicológicos que causan una alteración a la hora de procesar la información en la mente humana. Por ello, en los últimos años han cogido especial relevancia por su gran vinculación con el mundo del marketing y la publicidad.

El efecto halo

Uno de los sesgos cognitivos más conocidos y estudiados es el efecto halo. Este sesgo cognitivo se basa en que, a partir de un rasgo de una persona o de un producto, establecemos el resto de características, es decir, hacemos un juicio en base a una primera impresión para hacer una valoración global. Por ejemplo, si vemos a alguien físicamente atractivo tenderemos a asignarle una serie de cualidades positivas en cuanto a su personalidad, aunque no lo conozcamos. Esto mismo sucede con los alumnos y profesores o, incluso, en el mundo del marketing a la hora de lanzar determinados productos.

De este modo, el efecto halo tiende a ser peligroso, ya que otorgamos características, presuponemos y establecemos juicios de valor en base a muy poca información y esto nos provoca que nuestra impresión influya en la interpretación de la persona u objeto.

¿Cómo surge el efecto halo?

Nuestro cerebro necesita procesar la información de manera rápida y esto ocasiona que nuestra capacidad cognitiva establezca una serie de sesgos que le permiten ahorrar tiempo a nuestro cerebro. Además, gracias al efecto halo nuestro cerebro consigue acabar con la tan incómoda incertidumbre a través de datos supuestos que extrae de esa primera impresión.

De esta forma, a causa del efecto halo podemos juzgar a cualquier persona que conozcamos o a cualquier producto que nos presenten simplemente por el aspecto o por algún rasgo que nos haya llamado la atención.

Por ello, es importante conocer en qué consiste el efecto halo y los sesgos cognitivos para no caer en ellos ni establecer juicios de valor a las personas o los productos sin profundizar en el conocimiento de los mismos.

Tenemos que tener en cuenta que el efecto halo surge de manera automática con el fin de tomar ciertos atajos para facilitar el trabajo de nuestro cerebro y, además, no solo depende de los sesgos cognitivos, sino también de otros factores como las emociones, la experiencia, la percepción y el estilo cognitivo de cada persona.